Nuestros obamas




                                                                                                                                                                                                Con ocasión de la investidura de Barak Hussein Obama como cuadragesimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América, no paran de salir comentarios en los medios de comunicación, y en especial en foros de internet, en los que se destaca "lo mucho" que nos queda para que aquí se viva algo similar. Algunos han llegado a escribir o preguntarse retóricamente "¿cuando veremos un inmigrante en La Moncloa?", y la respuesta es que el mismo día que en la Casa Blanca... nunca (de momento) ya que las leyes norteamericanas prohiben que un "extranjero", o un "inmigrante" sean presidentes, incluso si se han nacionalizado. Obama se salva por ser su madre estadounidense.
Pero aquí hemos tenido nuestros propios obamas, y conviene no rasgarse las vestiduras y darnos golpes en el pecho como si fuéramos los peores del mundo mundial.
Podemos recordar a Juan de Dios Heredia, gitano andaluz (es de Cádiz) de pura raza, socialista de partido, y que entre otros cargos públicos ha sido parlamentario, el primero de su etnia que se ha sentado en las Cortes Generales.
Podemos recordar a Mohamed Abdelkader, español de Melilla, de Izquierda Unida, bereber de etnia y en su momento miembro de Izquierda Unida. Fue el primer europarlamentario de estas características no sólo ya por el Estado Español, si no de toda Europa.
Y recuerdo a Mustafa Aberchan, primer presidente bereber y musulmán de una autonomía, de la melillense, a quien ciertamente le hicieron la guerra hasta que lo sacaron del poder. El aparato del Estado, ya se sabe.
Y hoy hay en el gobierno de Melilla y de Ceuta numerosos musulmanes bereberes... del Partido Popular.
Que no están en La Moncloa, cierto, que no lo están en el Gobierno andaluz, también cierto, y es que el problema no es la raza, al menos en estos lares. El problema es la imposibilidad de que un colectivo tradicionalmente marginado se integre en la política, cuando obviamente lo que más le preocupa es cómo sobrevivir al día a día. Está claro que cuando deciden -y pueden- participar, lo hacen bien. ¿Necesitarían una cuota? Supongo que quienes defienen el sistema de cuotas también deberían defenderlo... y también podríamos seguir por preguntarnos cuando habrá un presidente o presidenta homosexual... o de la provincia de Almería, o por qué lo tienen más fácil para dedicarse a la política los funcionarios que los profesionales liberales... 
En fin, que por el bien de todos, las esperanzas puestas en (Mu)Barack Hussein se cumplan, y que quien es visto como alguien que se comerá el Mundo, no acabe devorado por los perros rabiosos de Washintong.

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